lunes, abril 06, 2020

¡Liberamos "La anarquía explicada a los niños" y " Tierras altas de Mato Grosso"!

Como editorial no nos quedamos ajenos a la contingencia y hemos decidido liberar dos libros para su descarga gratuita, los libros son como ventanas si no puedes salir de casa mira a través de ellos.


LA ANARQUÍA EXPLICADA A LOS NIÑOS
Autor: José Antonio Emmanuel – Tania Ramírez
Páginas: 56
Formato: Tapa Blanda
Dimensiones: 15 x 21 cm
Cód. de barras: 9789569594076
ISBN: 978-956-9594-07-6


Reseña:

El libro repasa el significado de la anarquía, los caminos para llegar a ella y una serie de valores ácratas –más vigentes que nunca-. Editorial Los Perros Románticos publica por tercera vez la obra “La Anarquía explicada a los niños” (1931-Barcelona, España) de José Antonio Emmanuel. En esta edición, el texto va acompañado por las ilustraciones de Tania Ramírez, Chile. Nuevas formas de pensar el mundo a través de palabras e imágenes. Ideal para niños, niñas, adultos y para todos.




TIERRAS ALTAS DEL MATO GROSSO

Reseña:

Armando Salgado (Uruapan, Michoacán, 1985). Profesor egresado de la Normal Rural Vasco de Quiroga de Tiripetío, Michoacán. La poesía de Armando Salgado es, quizá, una de las mayores revelaciones poéticas dentro de la tradición literaria mexicana. Con su libro rupturista de Tierras altas de Mato Grosso generó un cambio paradigmático en la poesía mexicana de los últimos años, de igual forma, con ese libro obtuvo el Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines 2017. Algunos de sus libros son: La generación de la angustia (Puertabierta Editores/Secretaría de Cultura de Campeche, 2018), Cofre de pájaro muerto (Ediciones de Punto de Partida, UNAM, 2014), Estancia de ánimas (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2013), Azogue Suite (Instituto Cultural de Aguascalientes, 2013). Además de publicar tres libros infantiles: Mina «o cómo vivir en un tejado sin usar sombrilla» (2016), Leoncito Rex (2016) y Vacalao (Fondo Editorial del Estado de México, 2018).



miércoles, marzo 13, 2019

La marginalidad heredada. Reseña a Budnik por Felipe Diaz






La reconcentrada fijación en lo crudo, la necesidad de una individualidad colectiva que se desprende a través de la aceptación animal, desgarbada y salvaje del ser humano sin importar su clase social, a pesar de las corrientes políticas, religiosas e ideológicas del último ciclo, son los catalizadores que normalizan lo poético dentro de BUDNIK.

Valiéndose de una prosa laberíntica y retórica, usando un lenguaje simbólico para renombrar el presente, pasado y futuro, con acrónimos que sirven de palabra/noción para encasillar diversas entidades. Juan Carreño hace de su narrativa una suerte de guión poético dividido en escenas sumergidas en la marginalidad heredada, en avatares que cargan con el peso de ser quienes son, en historias envueltas de matices políticos como una suerte de preludio al presente, que destacan la desagradable experiencia de tener que elegir un bando (creer en algún partido, ser evangélico o católico, entender que naciste asquerosamente privilegiado o pobremente digno, enfocarse en huevear o tomarse la vida y la responsabilidad del cambio de una forma seria).

Lentamente los capítulos evidencian que la pobreza y falta de oportunidades, en los más observadores y disconformes, engendra una rencorosa esperanza camuflada de odio y, en su forma más pura, la universal necesidad de expresión, de hacernos escuchar, de crear. El autor, a través de esta búsqueda del registro artístico, nos revela el perfil de los parias modernos, los que a pesar de contar con agua potable, comidas diarias y alcohol, no se dejan convencer por los recursos básicos a su disposición, los que instintivamente son para ellos una especie de cómoda prisión.

La puesta en escena de los círculos under, la relación entre el potente y plástico espíritu de snobismo (cuyo sentimiento de superioridad es inaguantable) frente al ojo sincero que rescata lo simétrico como un punto de estética moldeable, la caricatura de los que disfrazan su necesidad de diversión con la idea de mini-revoluciones (que a la larga no son más que performances cuyo sentido entiende solamente quien las ejecuta), imprime en el subconsciente lo patético del autodidacta, que cree poseer verdades absolutas por el simple hecho de tener el don de criticar a diestra y siniestra, con argumentos válidos tomados desde cualquier arista que le sea conveniente, hacen de quien frecuenta estas zonas una especie de converso en potencia, mientras se desliza en busca una identidad creadora.

Sin embargo, es en la primera parte del libro donde se evidencia lo real: la atmósfera animal y solitaria que inspira a los neo-punks (y a los movimientos con los que estos dialogan) a creerse parte de un mundo al cual sencillamente no pertenecen: el de los verdaderamente desclasados, condenados a vivir como fenómenos aislados. Como Boby, el entrañable personaje de “patas de perro”, o de Cristián, el huraño compañero de Aniceto Hevia en “Hijo de Ladrón”, pobres diablos cuya paradójica rebeldía dota a sus miradas de un espíritu desafiante capaz de intimidar a cualquiera que se crea poseedor de conciencia o sentido común.

Escenas y flashbacks, dibujos inquietantes hechos por un habitante de la nada cuya edad se hace indescifrable, memorias de sacerdotes rusos, monólogos acertados y verosímiles pertenecientes a todas las clases sociales, hacen de esta novela un documental que evidencia, de todos los flancos posibles, a los culpables y salvadores del hoy, cuya batalla se lleva a cabo en silencio, salvo para los que, casualmente, quedan atrapados en este histórico y permanente fuego cruzado.  


lunes, enero 29, 2018

El partido de nuestras vidas GOL DE ORO Por Cristian Geisse Navarro




El partido de nuestras vidas.
Presentación de la novela Gol de Oro de Nibaldo Acero
Por  Cristian Geisse Navarro
(6 de Octubre de 2017, La primavera del libro.)


Este libro me habla directamente. Creo que esa es su intención más pura: interpelarnos, sacudirnos y sacarnos palabra. Obligarnos a dar cara. Creo que en mi caso, el asunto es más extremo, porque la siguiente presentación pasará necesariamente por el filtro de quien soy y de mi relación con Nibaldo. Déjenme, suéltenme, no puede ser de otra forma.


Estoy seguro de que por diferentes razones Nibaldo se equivocó rotundamente al escogerme como presentador de este libro. No soy una persona con vasta experiencia en la cancha. El fútbol no es una de mis grandes pasiones. Tampoco la política. Y estos son dos núcleos fusionados que hacen de este libro el libro feroz que es. Porque este es un libro feroz, quizás uno de los más fieros que yo haya leído. Violento, sucio. Violento y sucio como el fútbol. Violento y sucio como la política. Aunque a diferencia de cierto fútbol y de toda política, este libro se incuba en una honestidad brutal.


Como dije, no estoy seguro tampoco de ser la persona indicada para estar acá, entre otras cosas porque siento una amistad profunda y entrañable por Nibaldo. Una amistad que va mucho más allá de la literatura, a pesar de que ese es uno de los intereses comunes que la ha forjado como tal. El hecho de tener una cercanía así de estrecha, obnubila e interfiere al momento de dialogar mediante un libro. De hecho no dejé de escuchar jamás su timbre de voz mientras leía cada palabra de su novela. Como digo, una situación así ciega y a la vez ilumina. Ciega porque uno perdona y oculta errores. Ilumina porque pienso que después de esta experiencia de lectura conozco más a mi amigo y siento que lo quiero mejor.


Nibaldo es un personaje de Dostoievsky, como muchísimos de mis mejores amigos, y –para qué andamos con cosas- como yo mismo. Gente muy extrema, de enorme intensidad. De la sima a cima, que aman como si odiasen (que es la forma en que Razumijin describe a Raskolnikov y a su familia cuando los ve reunidos). Personajes que viven en medio de la batalla que dios y el diablo sostiene en el corazón humano. De esa manera Nibaldo se vuelve una de mis personas favoritas en el mundo.


Nibaldo tuvo una infancia muy ruda, no desprovista de acercamientos con el horror. Luego parece haber vivido la sabiduría idiota de la juventud, en medio de esa hermosura violenta que incluye temporadas en el infierno y una necesidad de Dios gigante. Fue formado –quizás muy a su pesar- por jesuitas y hasta intentó ser cura. Luego hizo pacto, se hundió y volvió a emerger cuando se daba todo por perdido. De muchas formas ha sido un trashumante, y si bien jamás hemos conversado sobre la importancia que han tenido sus múltiples viajes por Chile y el mundo, es fácil intuir que aquello lo hace ser esa cosa que es –the thing that I am, dice un personaje de Shakespere. Yo lo conocí en la parte cuando estaba haciendo una tesis sobre la poesía de Roberto Bolaño y ya era lo que se podría considerar una especie de neo infrarrealista, como muchos de nosotros: experimental, lanzado, camorrero, engrupido, extraño. Perdido, pero iluminado. El hijo de una madre que lo perdió todo en la apuesta, en suma.


En ese sentido Nibaldo es una roca. Siendo de extracción campesina, pienso que Acero de apellido no le viene tan bien como de Rokha. De hecho, Gol de Oro es un libro que el padre violento de la poesía chilena defendería y consideraría cercano. Por su profunda, libérrima, radical y extrema filiación política. Por el amargo, alucinado y fanático amor que revela por Chile. Por su identificación profunda y real con el pueblo. También porque Don Pablo –presente aquí y en todos los infiernos (al decir de Alfonso Alcalde)- fue el jefe del clan pirata de los de Rokha. Un energúmeno y también el hombre que inventó el matrimonio. Todo esto se me hace cercano a Nibaldo. Nibaldo quien jugaría feliz por Sankt Pauli, ha sido poseído por un demonio capaz de resistir lo indecible, y finalmente está casado y tiene tres preciosas hijas que lo adoran. Todo eso lo vuelve ante mis ojos una de las personas más rokhianas, valientes y tiernas que conozco. De alguna manera vinculo este potente cable a tierra que es una familia como la suya, con las luchas que diaramente da como activista, como estudioso, como escritor. Nibaldo de Rokha entonces. Mahatma Nibaldo de Rokha entonces.


Igual por otro lado, creo que Nibaldo no se equivocó al pensar en mí como alguien indicado para estar acá, porque a pesar de que no juego ni con tierra, tengo toda una vida ligada al fútbol amateur. No al profesional ni al internacional, al amateur. De hecho, quizás con cierta vergüenza, puedo decir que me dio exactamente lo mismo ver o no ver el partido de la selección de ayer. Soy –y quizás esto le guste a Nibaldo- alguien más cercano a la pichanga o al fútbol de calle o de la cancha de tierra. Si el fútbol es como la vida y la vida es como el fútbol, a mí me gustaría que fuese como la describe Nibaldo en la página 116 de su novela:


Una pichanga es infinita, no hay márgenes ni reglas más allá de las básicas, más allá de las que nos permiten seguir vivos dentro de una cancha, como no matarnos, como no comernos entre nosotros, apenas normas nebulosas que nos permiten distinguir el fútbol de otro deporte, distinguir los pies de la cabeza (aquella enorme distancia). No hay un mínimo ni un máximo de jugadores, tampoco restricción de sexos ni de edades ni de razas. ¡La condición socioeconómica tampoco tiene pito que tocar aquí! ¡Y eso es lo más mejor de todo! ¡Y es lo terriblemente bello! ¡Lo que verdaderamente nos vuela los sesos!: el que jueguen pobres junto a ricos por un mismo equipo. Y ni siquiera hay que saber jugar ni hay tiempo de duración que valga y no hay pausas: el partido dura hasta que se acaba (…) el único reglamento es el caos, la diversidad que puede hacer mierda al más tolerante.


En ese sentido, pienso junto a Fernando Carrión y a Nibaldo Acero, que el fútbol es un hecho social total. Ninguno de nosotros está libre del fútbol. Yo, así, me siento parte de su gesto devorador. Carrión dice: el fútbol no es un reflejo de la sociedad, es parte de la sociedad. Creo que este libro juega por ambas bandas. Y sin duda se vuelve metonímico: el fútbol como símbolo de toda la vida. Creo que en esa parte donde se vuelve alegórico Nibaldo se está dando un gusto gigante, que le sale de las entrañas. Se desnuda en furia y llanto y la narración a manos del relator –que significativamente en algún momento entra a la cancha- se vuelve vómito y descargo. De todas formas veo en ello un gesto bello e intuiciones poderosas, no sé si pensadas o inconscientes. Ese retrato simbólico de nuestra historia y nuestra sociedad, está marcado por un realismo grotesco –el estilo carnavalesco por excelencia- a veces demasiado realista, a veces demasiado grotesco. Es sin embargo un carnaval de pesadilla, en el que los actores sociales –como sucede siempre en el fútbol- son rivales, toman partido y se agreden violentamente. Y así todo este libro está urdido, entramado, pensado, sentido


y vivido en una serie de dicotomías que bailan en el aire, como una moneda que gira dando la ilusión de que sus dos caras se fusionan: realismo/ delirio, fútbol / política, profesional / amateur, narrador / relator, hincha / jugador, derrota / victoria. Por supuesto el fútbol es en este libro, como en la realidad real, en el desdelirio, digamos, un aglutinador de identidades, una forma de territorialidad, y de esa misma forma, un campo de batalla simbólica y real. Ahí, esas dictomías cuyas fronteras se diluyen, se vuelven entonces claras y violentas: buenos / malos, héroes / villanos, ellos / nosotros. El aspecto alegórico, en el cual la cancha se abre al espacio y el juego se toma la calle haciendo del mundo su escenario, y donde los involucrados no son solo jugadores sino todos los actores sociales –obreros, profesores, políticos, militares, artistas, indígenas, famosos y anónimos-, y en el que todo se vuelve una batalla explícitamente infernal, corre el riesgo de volverse atrozmente cercano a nuestras realidades. Nunca antes me pareció más descarnada esa gramática futbolística donde un partido es un encuentro violento, lleno de rivales, artilleros, cañonazos, barreras, trincheras y disparos. Qué horror así comprender que quizás el espacio fundacional que caracteriza al fútbol -una cancha, un estadio- es en este caso un lugar maldito: el “polifuncional” estadio Nacional, donde el choque de nuestra identidad fracturada se revela en una herida aún abierta, una herida que aún nos sigue manchando de sangre –el libro comienza y transcurre en la despedida de Carlos Cazely en 1985 en ese mismo lugar. Como no entender entonces esa esa furia vindicativa, cercana a un panfleto rabioso, que marca esa parte del texto.


Dolorosa y paradójicamente la sección de la novela que se aleja del delirio, la alegoría y el símbolo, que se acerca a la crónica y al realismo, mantiene y exacerba la atmósfera pesadillezca Nuevamente me siento violentamente interpelado por este relato, debido a mi vinculación con el campo, con el que aún convivo directamente y de forma cotidiana. Afortunadamente sé que hay otro campo que el que vemos en el libro y personalmente sé que Nibaldo adora sus aspectos más luminosos. Sin embargo la rudeza, la sordidez, la rusticidad, el abuso, la cobardía y la violencia no son lejanas a lo que también he percibido. El universo bullente que es una cantina en medio del campo un domingo después de la cancha es una experiencia viva y vigente para mí. Entiendo que El Chile, la cantina que es protagonista de muchos pasajes de la novela, efectivamente llevaba ese nombre y es en este caso es una afortunada marca simbólica de lo que puede ser nuestro país: un lugar donde tanto la solidaridad, la lealtad y el amor, suelen convivir con la violencia calculada y la agresividad gratuita. En estos pasajes, se encuentra para mí el más lacerante y pesadillezco retrato de esa parte de nuestra sociedad, que es aquel donde se nos explica que en los 80 fue una moda abusar de niños. Por razones de mi propia salud mental no voy a detenerme en este aspecto, pero considero que es una de los más perturbadores aportes de este libro, que de por sí ya es perturbador casi de principio a fin.


Creo que lo más importante de esta interpelación personal que consigue en mí la novela de Nibaldo, y que finalmente me convierte en un presentador indicado para su texto, guarda relación con el hecho de que formamos parte de la misma generación que se retrata en estas páginas. La generación que Anita Tijoux –cuya presencia es significativa en el texto- ha llamado la generación de 1970 y sh… En algún momento consideré 1977 la mejor cosecha humana. El libro de Nibaldo y la canción de Anita me hacen dudar. Nací durante la dictadura de Pinochet y me siento moldeado por su influencia, lo que me hace sentir como la mierda. Cito parte del retrato que hace Nibaldo:






Se nos prohibió hasta oponernos, porque nos parieron los milicos, pero nos castraron los retornados, y nos cortaron como si hubiésemos tenido que ver algo con el sueño lacerado, como si –siendo óvulos y espermios- fuésemos parte del Imperio que ellos intentaron echar abajo. Juventud brillante e idealista que perdió el poder y que volvió de cabeza a agarrarlo, ya vieja y enferma. Cetro sagrado que agarraron de vuelta como suculenta verga que han defendido entre sus dientes más que todo el proyecto libertario que en los setentas se les fue a la reverenda.


Y los que seguimos hinchando, como perros salvajes, ni siquiera hemos continuado con el objetivo de ganar, más bien, el proyecto ha sido el de no perder.






Este libro por supuesto me sacude con mucha fuerza en ese sentido. En términos políticos me siento mutilado, con serias lesiones al momento de organizarme y participar. El libro de Nibaldo se me hace de esa forma un desgarrador grito de protesta, una triste revancha de una derrota, las convulsiones de alguien que ya después de haber sido arrollado por la historia, aún desea luchar. Sin compartir del todo su reacción, la comprendo y la abrazo. Y de esa forma, esa interpelación, ese diálogo directo, tiene resultados en mí, me despierta y me pide entrar a la cancha. Es un llamado a despertar de esta pesadilla, salir del estadio, pasar de ser espectador a jugador, revisar nuestras actuaciones y dar lo mejor de nosotros en el juego. Pienso que desde nuestras distintas posiciones en el mundo, debemos acusar recibo de ese llamado.


Nibaldo, amigo, en algún momento nos daremos un abrazo de gol.




miércoles, mayo 22, 2013

Desplazamiento "Rieles sumergidos". Por Max Fernández






Desplazamiento
"Rieles sumergidos", Poesía de Emersson Pérez / (Ajiaco Ediciones, 2013)

Por Max Fernández
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Rieles sumergidos es un libro condensado –citando a Pound-«literatura cargada de sentido al máximo». Si tomáramos el título como un punto de partida, lo «sumergido» hace referencia a lo nocturno, el descender, poseer, penetrar, representado por los símbolos de la tumba, la barca, lo que se enlaza directamente con el personaje Caronte que aparece en el poema «Rojas; Arcipreste, Chulo y Orfeo».  Viaje de descenso, caída, del poeta, especie de antihéroe que se desplaza por la ciudad convertida en uno de los infiernos. Recordemos que Caronte, es el encargado de conducir las almas a través del Aqueronte para llegar a las puertas del infierno, en el caso de Emersson, un infierno de  «llantos lascivos» de «una diablesa, de tacos rojos».

Sin duda, el poemario alude a un viaje urbano, físico, pero también espiritual, onírico, metafísico. La idea de desplazamiento ocupa si no todo, gran parte del poemario, con un lenguaje propio que combina expresiones tecnológicas o provenientes del mundo de la ciencia ficción: «Cyborg», «bip», «ciencia mutagénica», palabras del pop o arte callejero «graffiti», expresiones chilenas de raíz mapuche y quechua, «imbunche chilote», «guagua» y hace guiños a lo lárico: «Los caballos han borrado todo camino»  y al lenguaje de la publicidad junto con la música pop de «Backstreet Boys» o «Fito Páez», que en gran parte, actúan  como el decorado de fondo al viaje a través de la ciudad, viaje que se anuncia desde el comienzo con el epígrafe de Teillier: «Ha terminado el verano/Regreso a la ciudad como tantas otras veces/en el sudoroso tren de la tarde»

Este viaje urbano, físico inaugurado en «Blasfaraíso» alude a una experiencia vital restituida o reconstruida a partir de recuerdos, tales como «Desde mi ventana/imaginé un triángulo tipo Bermudas/ que me arrebola la nostalgia». Valparaíso aparece al poeta como un recuerdo vivaz cargado de olores e imágenes fantasmagóricas como aparece en el poema Ecuador, que alude a la avenida del mismo nombre: «En subida Ecuador/ El mar es gigante/ las aceras llenas de residuo de vida / o de muerte, vomito, orina, lo derruido».  Lo bello y su contrario, compartiendo un mismo espacio hacen de este poemario un canto de lo transitorio, lo fragmentado, lo derruido, en definitiva, corrupción no solo del espacio, sino del cuerpo y del tiempo.

En esta ciudad puerto, aparece por primera vez, la imagen femenina representada en «Revolucionaria». No por nada está escrito en prosa, es más podría aludir a una heroína de Unamuno, Agustina, o al personaje de Nadja, de Bretón, símbolo de la revolución surrealista. Sin embargo, en la justa medida, Emersson revela uno de los  significados posibles de la experiencia amorosa, que nace de la experiencia del shock que se da en la Ciudad, que no es otra que la del deseo transitorio: «Llegó encandilándome con su fulgor rojo», «bebió cada uno de mis impulsos».  Para el poeta, la «Revolucionaria» correspondería a un cierto tipo de ideal de Spleen, donde lo única posibilidad de revolución es el goce al máximo de estos «paraísos artificiales». En palabras del autor: «para mí la única Real Revolution eran sus hormonas». Para luego,  continuar su viaje por a través de las calles de Valparaíso, Santiago, ciudades reconstruidas a partir de recuerdos.

Emersson tiende a un lenguaje crítico, a veces desolador, en el tránsito a una ciudad universal «La macrocarretera», deconstrucción del discurso de la modernidad, la globalización y las lógicas del mercado, en definitiva,  el ordenamiento de la vida en la ciudad, que va en palabras de Emersson, desde: «la manía a poner nombre a todo» y así «Al nombrar (las cosas) pasa (n) a propiedad humana» a la presencia permanente de cámaras especies de «Cárceles llenas de ojos sin párpados/vigilantes eternos». En esta «Macrocarretera» asistimos a la función de una película que pone el foco, con múltiples tomas y cámaras, en una Ciudad con «edificios, carreteras perpendiculares/los ascensores/vías exclusivas» que producen segregación, apartheid, y donde predomina la idea de dominio por sobre todas las cosas.

El poeta se enfrenta a la experiencia de soledad como habitante de una urbe de muchedumbre, personas desatentas que caminan y deambulan por la ciudad: «Es válido explotar en llanto/ en medio de la ciudad/ aunque audífonos y bocinas te silencien”. Una ciudad de «cielo gris» y «paloma (s) zombie(s)»

Sin embargo, no todo es dolor, en «Celebración» aparece nuevamente la representación de lo femenino, en la imagen de un(a) amante, representación de un erotismo sugerente: «El sonido artificial de la lycra/rebota en tu corazón/mientras el frota tus pantys/tratando de romper una liquidación/ te recuerda un comercial de lencería».

La última estación de este recorrido por los rieles de Emersson, alude a lo fragmentado, a la belleza de lo discontinuo, lo inacabado, como aparece en «Fragmentos de un espejo cóncavo», representación del impulso vital, «eros», que se desplaza a través del cuerpo: «puedes mirar como cabalga el corazón/ puedes oler como el nervio se crispa/ rebota como láser ovalado/te fulmina, te lamina, te lacera». Corte que alude a la irrupción de la tecnología, de la técnica, en el campo de la vida cotidiana, la re-producción industrial a grande escala, la mirada fotográfica que fija su mirada en partes, partes que se pueden tomar, amplificar, modificar, aún a través del ojo del poeta que experimenta, en su vagabundeo  por la ciudad, un amor a última mirada: «De reojo en el subway/ busco el eco de tu reflejo/ ¡Oh musa complace con tu rostro a este pasajero!... Me pongo los lentes y trato de darle otra mirada/ sólo veo su bella representación/huelo un perfume barato y dulce/ escucho risas a lo lejos».

Entrada copiada de Letras S5: http://letras.s5.com/eper030513.html

martes, abril 09, 2013

Escritores rechazan persecución de destacado Editor de Arica






Santiago, 7 de abril 2013
Señor
Luciano Cruz Coke
Presidente del Consejo nacional de la Cultura y las Artes

De nuestra consideración:

Como escritores deseamos informarle a usted que el escritor y editor de Cinosargo Ediciones de la ciudad de Arica, Daniel Rojas Pachas, sufre una condenable operación de desprestigio y le solicitamos a usted que nos ayude a detener esta burda caza de brujas en contra del escritor Daniel Rojas Pachas.
Por un malentendido habrían llegado a manos de menores, durante unos talleres literarios en enero pasado, unos poemas del poeta beat Allen Ginsberg. Un concejal de la ciudad de Arica lo acusó amarillistamente de depravado.
Toda esta diatriba del concejal UDI, nos parece paródica y farragosa, y al más oscuro y pícaro estilo post medieval. Ni siquiera a fines de los años sesenta, cuando Ginsberg estuvo en Chile, invitado por el poeta Gonzalo Rojas, hubo tanta zalagarda. En esos años leyó sus poemas más "sugestivos", incluso en una escuela en Concepción.
Con esta actitud de censor de la lectura que asume el concejal, con su mentalidad de amordazador de la Inquisición, habría que prohibir a los cristianos leer la Biblia, porque el Cantar de Cantares, es demasiado erótico. Sólo una pequeña muestra en el capítulo 2, 4-7, donde se lee "me metes en la bodega y enarbolas tu bandera de amor". Qué decir del Decamerón de Bocaccio, que se lee o se leía en la enseñanza secundaria, o el Arte de Amar de Ovidio, con sus pasajes altamente eróticos, el Satiricón de Petronio, El asno de oro de Apuleyo o la Divina Comedia de Dante en su canto XXV. Según los inquisidores de hoy habría que prohibir todos estos textos.

Conocemos la trayectoria profesional del escritor Daniel Rojas Pachas y su editorial Cinosargo y también sabemos de su calidad humana. Es por eso que le solicitamos a usted que se manifieste en contra de esta caza de brujas en contra del escritor Daniel Rojas Pachas.

Atentamente,
Cecilia Palma
Eugenia Prado Bassi
Omar Pérez Santiago
Sergio Badilla Castillo
Sergio Infante
Jorge Marchant Lazcano
Anita Montrosis
Leo Lobos
Leonardo Ciudad
Karen Hermosilla Tobar
Soledad Fariña Vicuña
Cristóbal Gómez
Emersson Pérez
 Hugo Morales Baraona
Oscar Saavedra Villarroel
Kika Manriquez Morales

hasta ahora FALTAN USTEDES!!! Por favor vayan colocando abajo sus nombres si nos escritores o poetas para poder integrarlos. GRACIAS!!




lunes, abril 08, 2013

Comentario sobre "Rieles Sumergidos" Alberto Rivera




Comentario del lector Alberto Rivera

¿Rieles sumergidos? Sí…en verdad, sí. ¿Qué mundo estamos viviendo? El mar gigante me trae a la memoria las aguas que Dios separó de la tierra firme y fecunda. ¿Qué pasó? Ese mar parece que sumergió la tierra. Rieles que significan, para mí, un camino. ¿Cómo se comporta el mundo? Como verdaderos pájaros. ¡Mucha…mucha sabiduría!...¿y el corazón, el amor….dónde está? ¿Cómo se comporta el mundo? Como verdaderas termitas, que se aprovechan de todo cuanto encuentran. ¿Cómo se comporta el mundo? Como verdadero caracol que bota pura mugre de estupideces y apariencias y no dejan ver lo verdadero. ¿Cómo se comporta el mundo? Como verdadera sanguijuela que con sus propagandas, publicidad, sectas e ideologías quiere succionarnos el zumo de la vida y causarnos la muerte. ¿Cómo se comporta el mundo? Como verdaderas hormigas, que trabajan y trabajan inquietas. Nunca se las ve tranquilas. Cada una pensando en lo suyo. ¿Cómo se comporta el mundo? Como verdaderos caballos que galopan agresivamente y arrollan cuanto quieren. ¿Cómo se comporta el mundo? Como verdaderos perros que orinan garabatos y disparates por doquier. Insultos, ofensas, por aquí y por allá.

¿Qué pasó con Valparaíso? La ciudad bella del Paraíso, que es la vida, la verdad, el camino perfecto, el bien?. ¿Acaso quisieron convertirlo en cementerio?

La chica “Revolucionaria”, que me quiere seducir con sus encantos eróticos y falsos, con sus tentaciones de sexo que, en verdad, todo es falso. ¿Dónde está el amor? ¿La mujer que siempre es nuestra compañera?
El mundo es una macrocarretera. Parecemos monstruos vivientes con ojos sin párpados, circulando, poniendo nombre a todo sin tratar al otro por su nombre. Nos preocupamos en el qué hablarán, en el cómo nos mirarán y en el qué pesaran. Nos preocupamos si nos van a asaltar. Queremos conducirlo todo, es decir, ser verdaderos dioses. Tenemos la manía de darle un valor a todo. O sea, si tienes dinero, plata, experiencias de viajes y otras cosas, ven y seamos “amigos”. ¿Dónde está el valor de la persona como tal?. Con toda razón, se ve un cielo gris.
Sin embargo, Dios sigue presente. El chasqui, es decir, el profeta no se cansa de anunciar lo que es verdadero, lo que es justo, lo que es amor.
Las muletas habitan fuera de perspectiva. ¿Somos hombres de verdadera educación? ¿o somos cojos?
Pisamos clavos, es decir, sufrimos dolores. Vivimos catarsis, es decir, momentos de emociones ¿Eso es la vida? Por algo, el mundo es un bolsillo perro, muy agresivo. Es cuestión de ver los periódicos y los noticieros. Un testimonio claro: “Pablo Escobar, el Patrón del Mal”.
¿Qué celebramos? Parece que nos derretimos como el chocolate sabroso. ¿Dónde está nuestra persona, que es amor?. ¿Qué pasa? ¿Nos dejamos seducir por las sensualidades?
En mi estómago, algo se devora a sí mismo. El celo por ver este mundo distinto y salir de la inmersión.  Conquistar lo que no se ve, es decir, el corazón.
Viene Septiembre, vemos el cielo multicolor ¿Cielo azul o gris? ¿Primavera verdadera o puras apariencias? El mundo se muestra como ese cielo multicolor. Lo peor, existe mucha letra chica. Los partidos políticos, como verdaderas bestias, quieren hacerse “comi”, como esos volantines.
Nuestra vida se encarrila en esos rieles sumergidos, vamos como en el metro en el túnel del mundo con todos sus anuncios.
Somos devoradores de mundo. Comemos cada historia, cada problema, cada situación…¿Saboreamos, realmente, el valor de la vida?
Estamos caídos. Pero tenemos que volver al Cielo, al auténtico Cielo.
El ser unido, la persona unida, la familia unida, la humanidad unida. Eso… ¡es lo verdaderamente hermoso! Unidad que el pecado del mundo ha destruido con sus ambiciones, sensualidades y soberbia.
El viejo llora. Me parece escuchar la voz de Cristo. Sus lágrimas y sudor de sangre caídos, en Getsemaní, caen, también, en el huerto de Getsemaní del mundo. Se quiere ignorar, arrinconar la auténtica sabiduría.
Jesús dijo: “el Sábado (es decir, el tiempo, o parte del tiempo), fue hecho para el hombre”. Pero, nosotros somos esclavos del tiempo.
Estamos en el ramaje del árbol del mundo. Nos cubre una neblina dionisíaca, de ideologías, placeres, publicidad, tentaciones, neblina del mundo globalizado. Sí, neblina que se retratan en rostros, rostros pétreos, blancos, con lentes oscuros. No sólo rostros, sino también comportamientos. Por eso, la neblina ya no es neblina. Esto es el arte de perder, el cual no cuesta tanto. Olvidamos hasta los nombres de seres cercanos, olvido que es como un mar muerto. ¡Cómo es posible!
Sigue la invitación a la niebla cristalina, que devuelve vida y sonrisa.
Nuestra alma es una mujer inacabada. No tenemos que dejarnos comer por los perros tranquilos del mundo, los que tienen el poder y manejan las conciencias ingenuas como quieren.
Estamos caídos sobre el césped. Tantos dramas. Por eso llora incesantemente el cielo como un verdadero diluvio. Lluvia que no tiene los colores vivos del arcoíris.
No dejamos, por tanto, de beber el falso élixir del mundo. Nos molesta el brillo, la ampolleta de los profetas y sabios venidos de Dios, a quienes perseguimos y rechazamos de diferentes formas.
Dejemos de ser aquellos hombres muertos de palabras vivas, es decir, poetas que cantan versos a cosas que no son la vida. No cantemos más en el mundo de abajo al becerro de oro.
Si no acogemos a Dios y soñamos con el LCD de la tecnología, morimos de cansancio, y lo único que nos queda es disfrutar el féretro.
¿Por qué muchas veces el pensamiento con tanto cariño comunicado al corazón se devuelve rechazado? El Getsemaní del mundo, donde está la roca donde se posó Cristo existe. Muchos, como Cristo, oran  por la salvación del mundo en aquella roca, acompañando a Cristo.
Con las cosas del mundo profanamos nuestro templo, que es nuestro ser. Al final, nos destruimos y otros se quedan con las ganancias de este negocio, es decir, pagamos con versos y las monedas quedan para los tragos junto a Caronte.
Hemos sufrido el asalto de vanidad como campana en nuestros cuellos, sumidos en todo un engaño. Al final, no somos personas sino que muñecos que nos maneja la diosa Fortuna del Carmina Burana. Es decir, estamos dentro del ojo de una rana.
Necesitamos un golpe de clarividencia, dejándonos impactar y gozar con él, el cual nos hace ver el mar de egoísmo barato en el cual estábamos sumidos. Tener un corazón de carne, que da abrigo, acogida, confianza (chaleco nuevo de carne de guagua).
Existen muchos labios mudos de desconfianza e individualismo en medio de lenguas que se devoran ansiosamente las colas: el inglés de la globalización y la propia nuestra.
Dios nos espera con los brazos abiertos. Él quiere nuestros frutos de amor, de conversión.
No fragmentemos más la Musa, que no se cansa de cantarnos el cantar de la vida.